"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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09-07-2013 |
Crisis, lucha de clases y saltos cualitativos
La dialéctica de la Historia
La ex estrella futbolística brasileña y hoy diputado Romario explica que el pueblo gasta para albergar la Copa de las Confederaciones, el Mundial y los Juegos Olímpicos pero es la trasnacional FIFA quien se lleva ganancias cuantiosas. Se trata de pueblo en la calle, individuos que han accedido a condiciones mejores de vida bajo los gobiernos de Lula y Dilma, pero que ahora conocen sus derechos ciudadanos y reclaman y exigen mayor igualdad. Detrás de los acontecimientos, el capitalismo y su avidez de lucro y las crisis sistémicas que sacuden la vida de los pueblos. Para calibrar la trascendencia de cualquier hecho histórico es preciso comprender la lógica dialéctica. En la naturaleza, las sociedades o el pensamiento, normalmente el cambio es lento, gradual; sin embargo, se vuelve brusco, violento en circunstancias infrecuentes e implica un salto cualitativo. Si la fecundación es un salto cualitativo, el proceso de vida intrauterina es gradual, hasta que el nacimiento es otro salto cualitativo. Saltos cualitativos en la Historia Mundial son la Revolución Rusa (1917) o el hundimiento de la URSS (1991), o en la Historia Americana la Revolución Cubana (1959). En la vida política importa captar cuando se pasa del cambio lento que exige obrar prudente, a otro brusco que exige audacia. Y exige, a la vez, precisión. Lenin enfrenta a los bolcheviques cuando afirma que la Revolución (la toma del Palacio de Invierno) debía ser el 7 de noviembre, ni un día antes ni después. Apresurar acciones antes de tiempo retarda el proceso, en tanto que las decisiones tardías arruinan el crecimiento. La pera debe comerse madura y no verde o podrida.
Actualidad mundial y regional
¿A qué viene este razonamiento? A que el mundo, la región y también Uruguay se aproximan a ese salto cualitativo, sin que quiera decir que sean simultáneos. A nivel mundial la profunda crisis capitalista –como otras veces- conduce a Estados Unidos (la principal potencia) a fuertes inversiones en las industrias de guerra y a reflotar la concepción de la Guerra Fría, esta vez contra China, pues su economía será la primera en 2016 y es temible amenaza para Estados Unidos y su aliada subordinada, la Unión Europea. ¿Qué le ofrece Estados Unidos a China? El sometimiento y la integración de su poderosa burguesía a la burguesía tras-nacionalizada, a la “oligarquía” que caracteriza Samir Amín. Vale saber que aproximadamente dos tercios de las trasnacionales del mundo son estadounidenses o europeas y el otro tercio son chinas. Pero si China no se somete, Estados Unidos le ofrece la alternativa de la guerra, o por lo menos, de una violenta carrera armamentista. La “inflexión estratégica” que indica el Documento Guía del Ministerio de Defensa “Manteniendo el liderazgo mundial: prioridades para la defensa del siglo XXI” (2012) centra su atención en China y su zona de influencia en Asia-Pacífico.
Pero para la guerra contra China necesita que haya correspondencia entre la estructura económica, la política exterior y la militar. Ni que decir que su tradicional “patio trasero” (el Secretario de Estado John Kerry afirma que lo es el Hemisferio Occidental y no sólo América Latina) tiene asignado su papel de socio subordinado y cómplice, según la impiadosa definición de la Embajadora Reynoso. Una vez fracasado el ALCA (Mar del Plata 2005) la estrategia imperialista logra victorias parciales con los Tratados Bilaterales de Inversiones (medio TLC, según Astori) y los Tratados de Libre Comercio con EE.UU. Desde entonces América del Sur ha definido tres posiciones: la de perfil antiimperialista y proyección socialista (Venezuela, Ecuador y Bolivia) forjadores del ALBA; la pro-norteamericana –alineada en el espíritu del ALCA- todos con TLC con Estados Unidos (Chile, Perú, Colombia y en América del Norte, México); y la intermedia, la de los cuatro fundadores del Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, éste por lo menos hasta el golpe contra Lugo). El bloque pro-norteamericano se consolida con la Alianza del Pacífico (obviamente, la Embajadora de EEUU recomienda a Uruguay ingresar a él), con el objetivo expuesto de incrementar su relación con Asia-Pacífico, aunque sus miembros “casualmente” dejan afuera a China, al tiempo que EE.UU. impulsa el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, sus siglas en inglés) con -además de los países americanos- Australia, Brunei, Malasia, Nueva Zelandia, Singapur y Vietnam. Es el cerco económico contra China . De momento para Nuestra América significa un semi -ALCA, que no puede tragar (todavía) a los “rebeldes” (Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Venezuela). A su vez, el Mercosur se amplía con Venezuela y las solicitudes de ingreso de Bolivia y Ecuador. Ni más ni menos que un bloque pro-imperialista y otro que se le enfrenta, con la posibilidad de fuerte alianza con China.
La burguesía tras-nacionalizada cómplice del imperialismo se interesa por los mercados de exportación y el incremento de su plusvalía, manteniendo su proverbial renuncia a la soberanía nacional y al desarrollo económico que propenda a beneficiar al conjunto de las clases populares. Habla por medio de sus representantes políticos directos: F.H. Cardoso, Macri, Lacalle o Bordaberry; otras veces por medio de “renovadores progresistas”, telecistas fracasados ayer y aliancistas hoy.
¿A qué apuesta Uruguay?
Pero el salto cualitativo mundial (la nueva Guerra Fría) y regional (Alianza del Pacífico y renovación de convenios militares de subordinación) puede completarse con un salto cualitativo nacional, uruguayo. La derecha uruguaya (blancos, colorados e “independientes”) juegan sus fichas a favor del imperialismo y de la cultura reaccionaria en beneficio del bloque del gran capital (contra la Ley de Salud Sexual y Reproductiva, por ejemplo) y ese proceso lento y gradual no avizora modificaciones. Lo peligroso es que desde el Frente Amplio -que es por definición antiimperialista, antioligárquico y opuesto al gran capital- afloran con fuerza tendencias representadas por dirigentes de primer nivel que apuestan a la Alianza del Pacífico, a la renovación del Convenio Militar de 1953, o que creen que entre Estados Unidos y América Latina debemos dejar de “pasarnos cuentas del pasado ” (afirmaciones de Tabaré Vázquez en EE.UU.) como si la explotación, la opresión y la alienación impuestas por el imperialismo sean lejanos episodios superados. Depende de la dignidad, inteligencia y valor de los frenteamplistas que se fortaleza la tendencia antiimperialista y que quienes la expresan, convenzan y venzan. Sin esos valores, la trasmutación del Frente y su corrimiento a la derecha será la consecuencia ineludible. Principalmente reside en el Frente Amplio la posibilidad de un salto cualitativo de avance o de regresión.
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